1.

El día que abrí los ojos...El Sol sofocaba su rebeldía tras las montañas, tiñendo de color naranja las nubes del cielo. Mi gata saltaba de un lado a otro, disfrutando de la reducida terraza que hacía las veces de patio carcelero para ella. La brisa me helaba las manos y una canción con mucha guitarra eléctrica sonaba en los auriculares de mi móvil.

El paisaje que se empecinaba abajo se convirtió, repentinamente, en una maraña de árboles verdosos y altos. Numerosos pájaros sobrevolaron la terraza y mi gata los miró con recelo, deseando hincar sus colmillos en alguno de ellos. Parecía que estaban piando, pero la música no me dejaba escuchar nada. Atónito, vi como un inmenso riachuelo se abría paso entre la arboleda y como, majestuosamente, un castillo con cientos de torres crecía a lo lejos.

Luego, por un breve segundo, pude oler la pureza en el aire… escuché el estrépito del agua al discurrir por el arroyo. Quería oirlo nítidamente, sin aquella música taponando y deformando el sonido, así que me quité los auriculares y, para cuando levanté de nuevo la mirada, todo se había ido, se había desvanecido como si nunca hubiera siquiera existido…