Nunca sabes lo que te vas a encontrar.

Desperté intranquila, algo hacía que fuera un día un tanto peculiar. Como acostumbro a hacer cada mañana, observé el paisaje que las cristaleras empapadas por la lluvia consentían apreciar. Me dispuse a acicalarme con abundante rapidez, pues la tormenta había conseguido entretenerme más del tiempo apropiado. Quizá fue la impaciencia, pero creí percibir demasiada multitud en casa que solo impedían el paso. Conseguí alistarme para el momento oportuno. Nos encaminamos al coche con el propósito de llegar a buena hora a clase, pero no lo conseguimos. Mi hermana y yo aligeramos el paso para que la profesora no nos echara una reprimenda tremenda, pero como ya he mencionado, era un día especial y no podía faltar una buena regañeta. El día comenzaba sobrado de imperfecciones. Salvo todas las dificultades vividas en tan corto tiempo, me atrevía a describir mi estado anímico bastante afortunado. Varias contrariedades inundaban mi mente, pero procuraba no pensar en ellas. Después de todo lo que este día trajo consigo, me describo como una persona transparente, puesto que nunca creí que tantas personas fueran capaces de advertir mis preocupaciones. No me cautiva ir predicando mis penas, soy de esas personas que prefiere buscar soluciones sin preocupar a nadie más. A mí lo que de verdad me interesa es hacer reír a los que me rodean.

En clase abundan las bromas, confidencias, batallas burlescas, y demás sandeces. Yo no tenía ansias de todo esto. En esos momentos prefería permanecer aislada y apreciar como ellos hacían de la odiosa rutina un rato agradable y satisfactorio, aunque intenté unirme. Al momento, un amigo de los que ya quedan pocos, se dio cuenta de que no estaba en mi mejor momento y vino a hablar conmigo, nunca pensé que tan pocas palabras dichas por una persona tan singular iban a conseguir abrirme los ojos.

-Te noto extraña… ¿Quieres hablar?

-¿Por qué lo dices? Créeme, estoy bien.

-¿Me lo dices de verdad? Te conozco y sé que tú personalidad no es para nada parecida a lo que estás demostrando hoy.

-Tal vez he tenido momentos mejores a este, pero no estoy del todo mal. De todas formas gracias por preocuparte.

- Sabes que a mí no me tienes que dar las gracias, tú eres de las pocas personas que siempre me hacen reír y queremos verte siempre así, pase lo que pase debes sonreír.

Sé que era una persona que en algunos instantes lo había pasado mal, y aun así, había conseguido hacernos reír, sin que nosotros apreciáramos sus momentos de flaqueza. Sin quererlo me había enseñado muchas cosas. Nada se merece que estemos mal. Podemos tener preocupaciones, muchas calentamientos de cabeza que convierten nuestros días en pasajes oscuros de los que deseamos escapar, pero desde ese momento soy capaz de salir ilesa de cada bache. Cuando esa conversación tuvo su fin, me decidí y fui a entretenerme con lo que de verdad importa, mis amigos. Esa mañana que tanto me había ayudado acabó y todo el día estuve pensando en esas palabras. Me olvidé de las preocupaciones y me convencí de que lo importante era pasarlo bien. Llevé a cabo todo lo debido de la mejor manera posible y cuando llegó el momento me dispuse a dormir, sin duda, ese fue el mejor día después de mucho tiempo. Incluso la gente que me rodea advirtió un cambio radical en mi personalidad, cambio que según ellos era favorable. Todos los días desde ese momento fueron vistos desde otro punto de vista.