Cerré los
ojos, intenté volver a caer en el sueño, pero la verdad es que no lo
encontraba. Aquellas ojeras me impedían ver el mundo en color, aquellos
recuerdos se hallaban en todas partes, aquellas lágrimas parecían del color del
carbón, apenas se distinguían mis ojos color verde bosque, los cuales buscaban
salidas para estas situaciones, los que veían el tesoro más preciado del mundo
al final de la luz.
Susurré bajamente, me dirigí hacia mi
habitación, cerré la puerta y me acosté en mi cama.
Me levanté, subí
la persiana y comencé a quedarme sin aliento viendo la luz del sol amanecer.
Comencé a
cerrar los ojos, tratando de no pensar más en ello, en que igualmente tendría
que acostumbrarme y vivir toda una vida con ello.
Aquel
desgraciado día hizo pedazos mi humilde y sensible corazón, aquel día en el que
comencé a buscarte por todas partes, a buscarte en algún que otro trozo de mi
corazón, pues el dolor me superó, mis lágrimas eran gélidas, las pulsaciones de
mi corazón me hacían temblar y mi cabeza decía que sentía morir ya.
Mi corazón se resquebrajaba poco a poco, ya comenzaba a sentir ese
dolor, el cuál hizo que perdiera el control, que odiara a todo mi alrededor,
incluso a lo que más amaba, yo. Cogí, entorné la puerta sin hacer ruido y me
dirigí hacia la cocina, a desayunar.
Eran las siete
y cuarto, como tenía prisa, lo más rápido que pude encendí el horno, metí dos
rebanadas de pan y me preparé la mermelada de fresa en el centro de la mesa.
Saqué las
tostadas, me las puse en un plato y comencé a echarme mermelada, de la que tú
me comprabas todos los miércoles para desayunar.
Me levanté y
velozmente fui hacia mi habitación. Me cargué la mochila a la espalda y me largué
corriendo camino al instituto.
Cerré la
puerta del aula, como siempre llegaba la última por mis sueños incontrolables.
Todos se reían
de verme llorar, me dirigí hacia mi pupitre con la mirada desviada mirando
hacia el suelo.
Me puse a pensar
sobre lo sucedido aquella mañana, la verdad es que sentí morir porque nací, empañada
de ilusiones y de sonrisas llenas de amor gracias a ti y a tu gran corazón.
Fui
creciendo, cada vez fueron mayores los obstáculos que me permitían seguir, pero
yo con mi efímera esperanza y a duras penas conseguía esquivarlos.
Pero
aquel día hacía frio, y mis piernas temblaban.
Tenía miedo
porque oía a mamá llorar como nunca lo había hecho.
Y es que, mi
alma entera, por decirlo de aquel modo, estaba mal, y no importaba lo que
pasara, todo era importante si se trataba de algo perteneciente a ella, porque
ella siempre estaba ahí y se lo que le tenia que costarle soportarme, porque
recuerdo que cuándo nos enfadábamos me traía a mi cuarto un par de cosquillas y
me hacía sonreír.
En aquel momento empecé
a lamentar que todos esos sufrimientos que le había hecho tener no se los pueda
pagar ya de ninguna manera después de lo sucedido.
Por qué se fue, lejos de
nosotras, a un mundo mejor, en el que no tendría nunca más que sufrir ni
preocuparse por nada.
Y es que, a esa persona
tan importante, la que me vio crecer y la que hizo lo imposible por mi, se
había ido por siempre, pero volví
a la realidad, y cogí mi portaminas azul celeste y comencé a copiar los apuntes
para el examen del martes.
Llegó la hora
de marcharse a casa, y corriendo, sin mirar hacia atrás, me fui. Me senté en
ese césped el cuál estuvo ahí conmigo desde la infancia, de repente mi corazón
sintió algo, mi alma triste se oscureció, miles de sirenas se oían en los
alrededores de ese jardín, ese verde y fresco al que nunca fallaba y ese árbol
ya algo mayor, que me protegía de la oscuridad de la soledad.
Aún recuerdo
cuando me revolcaba en el césped y cuando mi compañero me pegaba, pero a pesar
de eso sonreía. Cubrí mis ojos con mis manos, no quería ver nada.
Me senté en el suelo, traté de no comenzar a llorar, cerré los ojos
y descansé bajo la refrescante sombra que ofrecía.
Cuando me
desperté, tus ojos miel no paraban de recordarme a ti y a tu sonrisa flamante. Tú
eras la única persona que hacía todo posible sin apenas fuerzas, la que rompía
mi tristeza y la convertía en risas cargadas de éxtasis de felicidad.
Aquel día intenté
hablar con mamá, pero me gritó que tendría que
aprender a decirle adiós a la tristeza, por que aunque mi segunda madre
estuviera en el más allá de los hallares que existían, no quería verme sufrir,
solo ver como una gran sonrisa se dibujaba en mi cara por que aunque tú no me ibas
a volver a ver, decía que tu siempre ibas a estar conmigo en los buenos y malos
momentos.
Después de decirme eso, me mando a mi habitación, al parecer
ese día nadie quería tenerme cerca.
Tú eras la
persona a la que llamaba abuela, la que cuando mi madre se iba a trabajar e
incluso a comidas de empresa cuidaba de mi, tu que siempre estabas dispuesta y
contenta de que me quedara contigo, la que me daba siempre un euro y más de lo
que podía para comprarme golosinas.
Tú fuiste esa mujer, la que me dio todo a cambio de nada. Me
fui secando poco a poco las lágrimas con el jersey de lana que me hiciste, abuelita,
y mirando al anochecer tome rumbo hacia casa.
Cuando llegué
a casa, cogí una manta, me senté en la
mecedora que me regalaste y me puse a recordarte con lágrimas y comencé a
imaginar que estabas a mi lado.
Te echo
muchísimo de menos, aún recuerdo tus dulces palabras como la miel, aquellas que
me aconsejaban y las que me decían si había hecho lo correcto o no.
Siento que te necesito, siento que tus
consejos me hacen mucha falta, pues tu sonrisa débil pero duradera me alegraba
los días más negros.
Aún recuerdo
aquellos ojos marrones, su color era muy
común, pero los tuyos tenían algo que los hacían únicos en el mundo.
Mamá me contó
que cuando me viste nacer, tus ojos se empañaron de alegría, e incluso de lo
que no se te ocurre imaginar. La verdad me volvías loca con esas pequeñas
arrugas entre tus rojizos pómulos, esos que me sonreían día y noche, los cuales
pasé observando desde la infancia hasta la más plena adolescencia. Esas bonitas
y suaves palabras que me alegraban el día e incluso esas que me consolaban. Esas
manos arrugadas que limpiaban cada lágrima que resbalaba por mi mejilla, o las
cuales me daban caricias de buenos días.
Tú, esa señora
de pelo blanco como la nieve, con alegrías, con dolores, con sufrimientos. Tú,
la que hasta con el alma me hipnotizaste debido a tu dulce sabiduría.
Y es que aun sigo recordándote,
aquellos momentos vividos junto a ti son imborrables, no te imaginas como me
duele que no estés ya aquí, como duele estar viviendo todo esto. Todavía vuelan
muchos recuerdos en mi cabeza, revolotean como aquella primera vez en la que
estaban en mi corazón, pero aun más intensamente.
Mi conciencia anduvo
inquieta durante varias largas y eternas noches, apenas podía cerrar los ojos, te
recordaba a cada instante, tu imagen se me grabó en lo más hondo de mis
sentimientos y no puede conseguir hacerla desaparecer.
Necesito volver a escuchar
tu voz, mirar tus pupilas, aquellas que me hechizaban profundamente y abrazarte
muy pero que muy fuerte, con todas las fuerzas que mis brazos me permitieran.
Yo te creí, dijiste que
nunca me soltarías, que siempre estarías aquí conmigo, que nada ni nadie podría
romper nuestro corazón en mil pedazos, que todo iría bien, y que yo era tu
mundo, ¿y sabes? me encantaba cuando me lo susurrabas al oído, y cuando jugabas
a hacerme trenzas con mi rizado pelo a la vez que me hacías cosquillas con tus
dulces yemas de los dedos.
Tu nombre se me quedó en la
mente, tu respirar, tus dulces sonrisas y tus caricias inolvidables; sí, aquellas
que me dibujaban esa inmensa sonrisa que nunca podía borrar de mi rostro. Después,
fue como soplar arena suspirando sin apenas darte cuenta, desapareciste dejándome
heridas entre miles de costales, y en aquel momento, en aquel instante, la
soledad se apoderó de mí.
La verdad no te imaginas cuanto te necesito, me
haces demasiada falta, te quiero aquí de nuevo conmigo, espero que aunque ya no
estés aquí puedas estar escuchándome y perdonándome por haberte herido mas de
una vez con mis malas formas de actuar, solo te quiero aquí, como en los viejos
tiempos, ¿recuerdas?
Me fui a hacerte una visita, te llevé unas pequeñas amapolas y
comencé a grabar una sonrisa (aunque me costara) en mi rostro, pero todo por
ti. Tú que me enseñaste a ser fuerte y grande, contigo aprendí a ser yo misma,
sobre todo a no tener que valorarme por lo que los demás pensaran, si no por lo
que yo realmente era.
Y yo sonrío y lloro, sólo sé que mis lágrimas
negras como el carbón se desviaron por aquel gran río de gotas, haciendo que
mis cabellos pelirrojos se mojaran, porque abuela, no sabes lo que daría por
irme contigo y poder volver a verte de nuevo, por poder acurrucarme en tus
brazos como cuando era un bebé, y por poder volver a nacer otra vez, en este
caso contigo y en un mundo mejor, el cual solo lo formamos las dos.
Porque tú te marchaste sin poder ni decir
adiós y un gran trozo de mi dulce corazón también.
Y desde entonces los días pasan, las horas, los minutos, los momentos, las
sonrisas, las lágrimas, las despedidas, el amor; la gente de mi alrededor ha
cambiado, he crecido y no he vuelto a ver el mundo de la misma manera que lo
veía cuando estabas tu aquí, y es que hay veces que me gustaría poder volver
atrás, y haberme querido un poco más antes que ahora, disfrutado más de cada
uno de los momentos, haberle
sonreído un poco mas a la vida, haber llorado menos por la gente que no se lo
merecía y aún ni se lo merece, haber navegado entre los recuerdos inolvidables
y haberlos podido rebobinar como películas, volviendo a repetir una y otra vez
los buenos y felices momentos que pasé, sobre todo junto a ti, haberme podido
secar las lágrimas con valentía y fuerza para haberme levantado de los
obstáculos con los que choqué un día y haber seguido hacia delante persiguiendo
mis sueños, haber conseguido lo que nunca pude conseguir por más que me lo
propusiera, haberme gustado a mi misma tal y como era.
La verdad es que ahora me gustaría poder dar marcha
atrás y haber hecho cosas de las que ahora me arrepiento de no haber hecho por
miedo o quizás por mi baja autoestima, por no haber creído en mi misma.
Pero todos cometemos errores.
La vida no viene con instrucciones, pero supe que
siempre se podía empezar de cero con uno mismo y eso era lo que realmente
importaba.
Porque que triste es sentir que perdemos cosas con el
tiempo, que nos enamoramos de la persona equivocada, que nos rendimos por ver
el camino que nos queda por alcanzar, ver que crecemos y que cambian muchas
cosas, que lloramos por personas que no se merecen ni tan siquiera ninguna de
nuestras lágrimas, que sonreímos por tonterías, que triste es saber que
dependemos de una persona para ser feliz, que nos cuesta expresar lo que
sentimos por miedo a que alguien nos desprecie por nuestra forma de ser, el
temor que tenemos a perder cosas y seres queridos y créeme, sé que es duro,
porque yo te perdí a ti, pero no nos conformarnos con lo que tenemos y queremos
más, más y más en vez de ganar cosas y recuerdos bonitos con el tiempo, deberíamos
mirar el camino que llevamos recorrido y pensar que el que queda no es apenas
nada comparado con el que llevamos realizado.
Cómo duele ver que crecemos y que las
cosas se complican, pero la vida sigue siendo bella , sólo sé que hay que llorar por cosas que
realmente importan, sonreír por esos momentos tan felices y por aquellas
personas que no se merecen ni tan siquiera esa sonrisa, pero que a ellos ya les
gustaría poder tenerla y poder sonreír de esa manera que sonreías tu tan
sincera abuelita, expresar lo que
sentimos sin miedo a ser rechazados, somos tan cobardes que le tememos a la
vida misma en vez de que ella nos tema a nosotros y por ello no disfrutamos de
ella lo suficiente, no nos basta sólo con ver las cosas que hemos ganado pero
si las perdemos, que aun quede el buen sabor de boca de esos momentos que
fuimos tan felices con ellas.
Te podré
haber perdido físicamente, pero siempre quedarán esos grandes y bonitos
recuerdos, pero abuelita, tu siempre estarás junto a mí.
0 miradas tímidas al amanecer.:
Publicar un comentario
¿El corazón te ha palpitado,te ha hechado sonrisas de medianoche incontrolables?
Si quieres expresar tus sentimientos ante este mágico blog,adelante la pluma y el pincel de colores es todo tuyo,escribe todo lo que quieras,pero mejor si es con el corazón,profundo y silencioso,dulce como un regaliz multicolor y te prometo que leeré hasta quedarme sin aliento.